viernes, 15 de agosto de 2014

UN BORRADOR

Hola a todos.
Estoy revisando los borradores de todas las historias que tengo a medias.
Este borrador corresponde a una de esas historias.
Es muy confuso. Por eso, en cuanto pueda (y no sé cuándo podré), me gustaría verlo y revisarlo.
Todos los borradores que tengo los iré subiendo a mis blogs tal y como están escritos.
Después, veré lo que hago.
Pero, en un primer momento, los terminaré aparte. Quiero que los veáis y que me digáis que es lo que está mal.
Acepto toda clase de sugerencias y os las agradezco de antemano.
El título es provisional. Y el año en el que transcurre la historia también es provisional. Le falta muchísimo por pulir.

UNA MUJER LLAMADA MEGAN

AÑO 1835

                                        De las cien personas que vivían en la isla, sólo había una que llamaba poderosamente la atención. Desde hacía unas semanas, la hermosísima Megan Saint James vivía en la isla.
            Megan debía de tener cerca de unos dieciocho años. Tenía un fuerte acento escocés. Incluso parecía tener acento nórdico, ya que el lenguaje de los vecinos de la isla tenía un origen más nórdico que sajón. Parecía que hubiese nacido allí. Pese a que intentaba aparentar ser una inglesa mal, no daba el pego. Era una escocesa de pura cepa. ¿Y qué hacía aquella damita viviendo en una isla tan remota como Foula? Nadie lo sabía a ciencia cierta.
            Desde que llegó a la isla, Megan se había acostumbrado a vivir con los habitantes. Incluso había trabado una buena amistad con una chica de la zona.
            Stephanie Hamilton tenía dos diminutivos. O bien la gente la llamaba Fanny o bien la llamaban Tiffany. Estaba acostumbrada. Hacía años, su mejor amigo, Joel, se había ido a vivir a Londres. A estas alturas, Joel estaría casado. O estaría prometido con alguna dama de la alta sociedad. O se habría convertido en un libertino. Durante algún tiempo, le llegaban de manera regular las cartas que le escribía Joel. Pero, de pronto, la correspondencia se cortó de manera abrupta. Sabía que Joel estaba a punto de casarse. La escogida era una tal Sharisse Pennyworthy.
            Pero ya no había vuelto a saber más de él. Sabía que a Joel le gustaba muchísimo Sharisse. ¿Y cómo no le iba a gustar? Incluso la propia Megan conocía a Sharisse. Decía que ellas dos eran las mujeres más admiradas de todo Londres. Pero Sharisse iba a casarse con Joel. Y Megan estaba harta de la vida en la gran ciudad. Por ese motivo, había decidido irse al lugar más lejano que se le había ocurrido.
            Y aquel lugar no era ni más ni menos que Foula.
            Le gustaba vivir allí.
            Megan escuchaba pacientemente a Stephanie cuando hablaba de su amigo Joel y la besaba en la frente para consolarla cuando ella se ponía triste. Stephanie, a su vez, besaba a Megan en la mejilla y le daba las gracias por ser tan amable con ella.
            En una ocasión, Megan le contó a Stephanie que había visto a Joel bailando un torpe vals con Sharisse. En un momento dado de la noche, Joel había intentado besar a Sharisse. La había abrazado con demasiada fuerza mientras bailaban. Luego, él había intentado besarla de nuevo. Pero ella no quería que él la tocase. No le parecía decente. Fue un gran escándalo porque Sharisse arañó la mejilla de Joel en plena pista de baile.
            No veía Stephanie a Joel enloquecido de amor y de deseo por una mujer. Había oído que la tal Sharisse era toda una belleza. Se preguntaba hasta qué punto se había enamorado Joel de ella.
           
            Megan vivía en una casa acompañada por dos personas de mediana edad.
            El hombre se llamaba Lachlan. Era el secretario del padre de Megan. O había sido el secretario del padre de Megan. Por lo que Stephanie sabía, el padre de Megan había muerto cuando ésta era muy pequeña.
            La mujer se llamaba Ophelia y era la institutriz de Megan. Pese a que la joven había debutado en sociedad con mucho éxito, no había querido prescindir de Ophelia. Le tenía muchísimo cariño. El sueño de Ophelia era ver casada a Megan lo antes posible.
            Megan contempló el mar que se extendía ante sus ojos desde la ventana de su habitación. Cerró los ojos. Evocó la época en la que ella había sido feliz. Cuando era pequeña…Jugando en una playa…Desafiando a las olas que venían hacia ella… Riéndose…Megan sintió la presencia de Lachlan en su habitación. Se dio la vuelta. El hombre se dio cuenta de que la joven estaba llorando. Pero ella parecía no haberse dado cuenta de ello.
-Tarde o temprano, tendrá que sincerarse con la señorita Stephanie-le dijo Lachlan, con tono de alguien que había dicho lo mismo una y otra vez-Ella es una muchacha comprensiva. Yo creo que…
-No siga-le interrumpió Megan.
-¿Por qué no me hace caso?
-Me he metido en un lío terrible. Es fácil pedirle ayuda a Stephanie. Pero no quiero que ella me ayude. Me cuesta trabajo mirarla a la cara después de todo…Lo que ha pasado…
-¡Pero usted no hizo nada malo!
-Pero pensé en hacerlo, que es peor.
            Megan recordó Londres y en cómo Joel se había vuelto loco de deseo por la bella Sharisse. Al recordar aquella época, sus mejillas se encendieron.
-Me siento mal…-comentó Megan, dejándose caer en la cama-Me duele la cabeza…
-¿Quiere que avise al médico?-sugirió Lachlan.
-¡Por el amor de Dios, no!
-Oh…Lo había olvidado…
-Usted y Ophelia son los únicos que conocen mi secreto. Sabe Dios que no me alcanzará la vida a agradecerles lo bien que se han portado conmigo. No me han juzgado ni me han mirado con desprecio. Yo me siento bastante mal conmigo misma como para poder mirar a Stephanie a la cara. La quiero muchísimo. Es mi mejor amiga.
-Por eso mismo. Si es su amiga, la comprenderá, señorita. Hable con ella y, quizás, se lleve una sorpresa.
            Megan se llevó las manos a las sienes. Se las frotó con energía mientras trataba de borrar de su mente escenas que le eran desagradables.
-Ella quiere a Joel…-susurró, pero Lachlan la oyó hablar.
-Entonces, juega con ventaja-afirmó el hombre.
-¡Es terrible…!
            Vio a Joel intentando abrazar con pasión a Sharisse…Vio a Sharisse forcejear con él…Vio a Sharisse abofeteándole…Soltándose de él…Huyendo de él…Dejando atrás un reguero de su perfume…
            Joel ya no amaba a Sharisse.
            Había confundido el deseo y la pasión con el amor.
            Megan se tumbó en la cama boca arriba. Miró al techo.
            Entre Joel y Sharisse no había pasado nada malo. Pero ella le había humillado delante de todo el mundo.
            Sharisse se estaba alejando de la mente de Joel. Megan podía estar segura de ello.
-¿Cuánto tiempo vamos a permanecer aquí?-quiso saber Lachlan.
-A lo mejor, no volvemos a Londres-contestó Megan-Esta isla es muy bonita. Es un lugar muy agradable para vivir.
-¿Y qué va a pasar con su vida en la capital, señorita?
-Seguirá sin mí. De todas maneras, no creo que nadie se acuerde de mí dentro de algún tiempo. Usted puede volver si quiere. Yo no le obligo a quedarse. Y tampoco obligo a Ophelia a que se quede. No son mis prisioneros. Pueden irse cuando quieran.
-Estarían mal que nos fuésemos…Y la dejásemos sola…Una jovencita de su edad…
-¡Por el amor de Dios, Lachlan! Estamos en confianza. Deje de tratarme como una jovencita. Stephanie es una jovencita. Yo, en cambio, no lo soy. Soy como usted. O como Joel.
-Señorita…Yo…A veces…Lo olvido…
            Megan cerró los ojos y recordó que el día anterior se había despedido de Stephanie dándole dos besos en cada mejilla.

            En Londres, Joel había vivido su propia historia de amor. Había durado muy poco tiempo. Pero había llegado a creer que era una historia que estaba destinada a durar eternamente.
            Ella se llamaba Kimberly. Era hija de padre escocés y de madre inglesa. Era el ojito derecho de su familia. Era la hija mayor y la única hija que tenía el matrimonio. Tenían diecisiete hijos en total. Pero los dieciséis menores eran todos varones.
            Se habían conocido en Londres cuando Kimberly llegó desde las Highlands, donde vivía, para ser presentada en sociedad.
            Cuando se conocieron, Joel y Kimberly se enamoraron a primera vista. Kimberly tenía algunos pretendientes, entre ellos un apuesto laird escocés. Pero perdió el interés en todos sus pretendientes en cuanto sus ojos se cruzaron con los ojos de aquel joven. Joel quiso pedirle a Kimberly que se casara con él nada más conocerla. Ella se echó a reír y rechazó su oferta de matrimonio. En cambio, cuando Joel empezó a Kimberly de manera más tranquila y sin tanta impetuosidad, ella empezó a recibirle y salía con él, siempre acompañada por una carabina porque era lo correcto.
            Joel se había fijado en que Kimberly tenía algunas manías que le llamaban mucho la atención. Como que, cuando se ponía nerviosa, Kimberly se frotaba los brazos. Llegaba, incluso, a arañarse.
            Se veían con frecuencia en el salón de té. Éste se encontraba en el centro de la ciudad. Joel nunca había estado en Londres. En cambio, Kimberly había viajado unas cuantas veces a la ciudad. Pero aquella era la primera vez que iba para ser presentada en sociedad. Iba a bailes y también iba al teatro.
            Kimberly y Joel solían merendar juntos. Se tomaban cada uno una taza de té con leche y un poco de azúcar. Compartían un plato de galletas.
            Hablaban de sus cosas mientras merendaban.
-Anoche estuve en Almacks-le contó Kimberly a Joel en una ocasión mientras merendaban en el salón de té-¡Fue una experiencia maravillosa! Estuve en una fiesta. ¡Bailé el vals! ¡Mi tarjeta de baile estaba llena! Terminé con dolor de pies, pero no me importó. Me lo pasé muy bien.
-¿Y con quién bailaste?-quiso saber Joel, intentando disimular sus celos.
-No lo sé…Ya sabes cómo son los ingleses…Tienen muchos lores y muchas ladys…
-¿Conocías a alguien?
-A la anfitriona. Es mi patrocinadora, la que me presentó en sociedad.
-¿Cómo se llama?
-Se llama Megan. Bueno, yo la llamo Megan. Le gusta que la llame así. Es lady Watson. Está casada con el duque de Watson. ¡Es duquesa! Pero es la mujer más simpática que jamás he conocido. Y, además, es muy hermosa. Todo el mundo la admira. Yo le he cogido mucho cariño. A ti te caería bien. Siempre está pendiente de los demás. En su elegante mansión acoge siempre a un centenar de invitados. Tiene numerosos criados. Es muy dulce. También tiene su carácter. ¡Como yo! Tiene unas peleas muy divertidas con su marido, el duque de Watson. Pero se quieren muchísimo. No tienen hijos.
-¿Y cómo es lady Megan?
-Es la mujer más hermosa que jamás he visto. No conozco a nadie en todo Londres que no esté enamorado de ella. Incluso el laird que me estaba cortejando también está enamorado de ella. Lo cual no me extraña. ¡Tendrías que conocerla, Joel! Tiene el pelo de color rojo fuego. Y sus ojos son de color azul oscuro. Es muy hermosa. Los hombres la admiran…La desean…Las mujeres también la admiran…La desean…La envidian…A mí me gustaría ser como ella. Pero lady Megan dice que soy más bonita que ella todavía.

            Joel no conocía en aquella época a Megan. Pero Kimberly le hablaba tanto de ella que llegó a hacerse una idea de cómo era. Una noche, Joel soñó que conocía a Megan y que le daba un beso en los labios. Al día siguiente, Joel le dio un beso en los labios a Kimberly, el primer beso que ella recibía de aquellas características. Joel ya había besado antes a Stephanie.
            En ocasiones, Joel se sorprendía mirando el daguerrotipo que tenía de Stephanie. ¡Dios, cómo la echaba de menos! Durante años, Stephanie había sido mejor amiga. Pero…también había sido mucho más que eso…A los ojos de Joel, Stephanie era un ángel. Con aquella figura esbelta y delicada…Con aquella tez tan blanca…Con aquel pelo tan rubio…
            Los besos que le daba Kimberly ayudaban a Joel a no pensar en Stephanie. De alguna manera, llegó a pensar que estaba realmente enamorado de Kimberly.
            Él también iba a los bailes que se celebraban en Almacks en calidad de invitado. Kimberly bailaba con él. A Joel se le daba mal bailar y siempre terminaba pisando a Kimberly. Ella le miraba y le sonreía, pero Joel sabía que a Kimberly no le gustaba nada que fuese tan torpe.
            Deseaba no ser tan torpe.
-Eres una buena bailarina-observó Joel mientras él y Kimberly giraban en la pista de Almacks al son de un vals de Strauss-¿Cómo se llama la pieza que estamos bailando?
-Creo que se llama El vals del perdón-contestó Kimberly.
-No soy como tú, Kimberly. No soy nada culto. ¡Ya ves! ¡Soy un zopenco! ¡No soy gran cosa! ¡No sirvo para mucho!
-No te quejes, Joel. Yo te tengo mucho cariño. Me lo paso bien cuando estoy contigo. Pienso que sirves para mucho. Y que eres un hombre maravilloso. A mi familia le caes bien.
-¿Les caigo bien?
-Mis hermanos te adoran.
-¡Apenas conozco a tus hermanos!
-Eres muy modesto. Mis hermanos tienen razón.
-¡No los conozco! ¡Dios! ¡Espero que no piensen mal de mí! Yo…
            Cuando terminó la pieza, Kimberly y Joel salieron al balcón.
-Tomemos un poco el fresco-sugirió Kimberly.
            En ese momento, Joel cogió a la joven de los brazos con delicadeza. Se sorprendió así mismo besando con ardor a Kimberly. Ella le devolvió el beso.

            Algunas noches, cuando se acostaba en su cama, Kimberly sentía sobre su boca el calor de los besos apasionados que le daba Joel cuando se encontraban. Kimberly era virgen. Pero no sabía si Joel era virgen o no lo era. Sabía que el joven no era ningún libertino. No se iba ninguna noche por ahí de juerga. No gastaba su dinero en furcias. Tampoco gastaba su dinero en partidas de naipes. Joel era la clase de chico en el que una chica podía confiar. El problema era que Kimberly no terminaba de confiar en Joel. Él le habló en muchas ocasiones de Stephanie…Su mejor amiga…Luego, había una mujer en la vida de Joel. Kimberly llegó a la conclusión de que el joven del que estaba enamorada no era virgen. Y todo por culpa de la tal Stephanie…Kimberly estaba segura de que Joel había yacido en los cálidos brazos de la tal Stephanie.
            Joel había sentido sobre su piel la caricia de los tímidos e ingenuos labios de Stephanie. No era virgen. Pero sólo había yacido en diversas ocasiones con Stephanie. Había pensado en casarse con ella. La quería. Pero Stephanie se había negado. Nunca se había quedado embarazada. A raíz de eso, Stephanie había llegado a la conclusión de que era estéril y que jamás tendría hijos, lo cual la tranquilizó bastante. Stephanie no quería casarse. El haber yacido en los brazos de Joel no significaba que quisiera casarse con él. No quería casarse con él. Era su mejor amigo y un buen amante ocasional, pero nada más.
            A Joel le gustaba mucho besar a Kimberly. Intuía que a Kimberly también le gustaba mucho besarle. Se besaban a menudo. Los besos que se daban eran deliciosos.
            Se veían casi siempre acompañados de una carabina. Ésta era una de las criadas que estaban al servicio de lady Megan. Kimberly no paraba de hablarle a Joel de lo maravillosa que era lady Megan. Por lo visto, los hombres se volvían locos por ella. La deseaban. Joel ardía en deseos de conocer a lady Megan. ¿Era tan maravillosa como afirmaba Kimberly? No lo sabía. Todavía no podía decir nada de ella. No la conocía.
            Joel no sabía lo que sentía por Stephanie. Tenía que admitir que disfrutaba con ella en la cama. Tenía que ser sincero consigo mismo. ¿Y con Kimberly? ¿Podía ser sincero con ella? ¿Podía decirle que había sentido placer cada vez que Stephanie acariciaba su cuerpo con los labios? Cuando sentía los labios de Stephanie cubriendo de besos cada porción de su piel…Cuando le chupaba las tetillas…Cuando lamía su cuerpo…
            ¿Y lo que hacía cuando estaba con ella? Era…Aquellas cosas que hacía con ella…No se las podía contar a Kimberly…¿Y si se las contaba? Probablemente, Kimberly no querría saber nada de él. Él había besado cada centímetro de la piel de Stephanie…Había lamido la piel de Stephanie…
            Kimberly se atormentaba pensando en la relación que mantenía Joel con Stephanie. Estaba segura de que él había yacido entre los delgados brazos de aquella muchacha.
            Por esa razón, no estaba muy segura de él. Una sola mujer podía significar muchas cosas. No eran muchas. Sólo era una. Pero ella quería estar al cien por cien segura de los sentimientos reales de Joel. ¿Estaba enamorado de ella? ¿Estaba enamorado de Stephanie? No se atrevía a hablar de ese tema con Joel. ¿Y si la rechazaba? Nadie había rechazado nunca a Kimberly?
            Por las noches, Kimberly no conseguía pegar ojo.
            Pensaba en Joel y en Stephanie y, pese a que no conocía a aquella muchacha, había empezado a odiarla. ¿Cómo era posible que odiase a una desconocida?, se preguntaba Kimberly. La desconfianza empezó a hacer mella en su incipiente relación con Joel. Joel había besado a Stephanie en la boca…Joel había lamido la piel de Stephanie…Joel había cubierto de besos cada porción de la piel de Stephanie…Joel había chupado los pechos de Stephanie…
            Stephanie siempre ocuparía el primer lugar en la vida de Joel.
            Eso era inadmisible para Kimberly. Ella siempre había sido la primera en todos los aspectos, incluso en Londres, donde los hombres hacían cola para cortejarla. Bajo el patrocinio de lady Megan, Kimberly era una de las jóvenes más admiradas y codiciadas de la alta sociedad. Lady Megan no conocía a Joel. Pero pensaba que Kimberly se estaba obsesionando con él y eso no era bueno para ella porque lo quería sólo para sí. Lady Megan podía parecer una mujer feliz. Pero no lo era en realidad.
            Kimberly era feliz cuando Joel la besaba porque en aquellos momentos pensaba que era la única mujer que había en la vida del joven y se olvidaba de la existencia de Stephanie. Luego, cuando Joel estrechaba el cuerpo de Kimberly con fuerza contra el suyo, ella llegaba a la convicción de que él estaba realmente enamorado de ella y que aquel amor que ella creía que sentía por Stephanie era producto de su imaginación. Tenía que ser así, se decía Kimberly. Joel la amaba. Él la quería…
            Lady Megan se preocupaba por Kimberly. Pero se preocupaba por ella para no pensar en sus propios problemas. Su hijo, el heredero del ducado de Watson, había muerto. Sólo tenía tres meses. Su marido la culpaba de lo sucedido. Antes de nacer el niño, lady Megan había sufrido un aborto. Al sufrir el aborto, lady Megan había estado a punto de morir. Cuando nació el niño, lady Megan también había estado a punto de morir. Los médicos le recomendaban que no se quedase embarazada. Pero ella se debía a su deber. Debía de engendrar un heredero. Su vida le importaba bien poco a su marido.
            Cuando salían a pasear por Hyde Park a pie, siempre acompañados por la carabina que lady Megan les había asignado, Joel aprovechaba el menor descuido de la carabina para robarle un beso a Kimberly. Ella se ponía roja. Lo rechazaba, pero se reía ante la osadía de Joel.

2 comentarios:

  1. Hola Laura.
    Yo lo veo genial.
    Solamente siendo pijotero y sabiendo que tan solo es un borrador, para chincharte un poco, los guiones y la sangría se pueden cambiar pero la trama no, que está perfecta.
    Ojalá me saliese así de hilado a mí cuando escribo. Pero bueno, se me da bien matar a los bichos :)
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola EldanY.
      Te agradezco de corazón tu comentario.
      Lo cierto es que la trama está un poco confusa y he de pulirla un poco. Los guiones siempre los he hecho pequeños porque, en confianza, no sé cómo hacerlos más grandes. Pero tomo buena nota de ello.
      Una vez, leí que no hay que reprimir nunca a los personajes. Tú escribes muy buenos relatos fantásticos y siempre es un placer leerte.
      Un fuerte abrazo, EldanY.
      Y te agradezco de corazón tu sugerencia. Tomo nota de ella.

      Eliminar