Hola a todos.
Y aquí os traigo una anotación de lo que sería el diario de Teresa.
Son muchos los pensamientos que pasan por la mente de nuestra atormentada joven. ¿Queréis averiguarlos?
No entiendo el porqué Carolina se ha enamorado de ese malnacido. ¡Qué tonta he sido!
Yo creía que el doctor Quesada era un verdadero inútil y lo que buscaba, en realidad, era seducir a mi prima. No me atrevo a contarle nada a tía Alberta y a tío Jaime.
Ellos no deben de saber nunca que mi prima ha sido la ramera del inútil que ha sido mi médico hasta ahora. ¡Porque no quiero volver a verle nunca más!
Lo único que hago es llorar. Sólo quiero llorar y consumirme porque no sirvo para nada. ¡Maldigo el día en el que salí a pasear a caballo bajo la lluvia!
He quemado mi traje de amazona, que era mi orgullo. Todos mis sueños de poder viajar por toda España y por todo el mundo han quedado hecho añicos. ¿Qué es lo que me queda?
-No vuelvas a ver a ese malnacido-le pido a mi prima cuando salimos a dar un paseo por el jardín-Si lo haces, se lo contaré a mis tíos. No quiero amenazarte, Carolina.
Siento, sobre todo, celos. ¿De verdad estoy celosa de mi prima?
Ella está viviendo todo lo que yo no puedo vivir. Está viviendo una historia de amor que a mí me está vetada vivir.
-No volveré a verle-me promete Carolina-No soy una mentirosa. Nunca falto a mis promesas.
-Eso espero-afirmo.
-Cuidaré siempre de ti y trataremos de buscar ayuda para que puedas volver a caminar.
-¡No hagas eso! Sólo quédate conmigo.
Estoy siendo egoísta. De pronto, el cielo se oscurece.
Empiezo a temblar con violencia. El ver el cielo cubierto de nubes me recuerda al día del accidente. Estaba lloviendo con fuerza. ¡No quiero que llueva!
Rompo a llorar de desesperación. ¿Por qué tiene que llover tanto en esta isla? ¿Por qué tuve que salir a pasear a caballo aquella funesta tarde? ¿Por qué no le hice caso a Carolina? Son muchas preguntas que nunca tendrán respuesta.
-Será mejor que nos metamos dentro-me propone Carolina.
Eso es lo que hacemos.
Mi prima se lamenta de que no podremos ir a la Fuente de San Miguel.
Yo no quiero que ningún vecino me vea en silla de ruedas. Quiero quedarme eternamente encerrada aquí dentro. En la casona...
Será mi tumba.
-Pensaba que os ibais a mojar-comenta mi tía Alberta cuando entramos en el salón-Ya ha empezado a llover. ¿Lo escucháis? ¡Cielo Santo! ¡Parece que va a haber hasta rayos!
Un criado me levanta de la silla de ruedas y me sienta en un sillón.
-Te puedo leer algo en voz alta-me sugiere Carolina-¿Qué te gustaría que te leyera? Hay buenos libros en la biblioteca de papá.
-¡No me leas nada!-le pido.
No me mira con odio. Hay una profunda resignación en su mirada. Veo dolor en sus ojos. Está sufriendo como yo estoy sufriendo.
Pero ni siquiera eso me reconforta.
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