Hola a todos.
Y aquí os traigo la tercera parte de mi relato Una tragedia.
Deseo de corazón que, pese a todo, os haya gustado.
Mañana, el final.
-¿Qué había entre esa mujer y tú?-le preguntó doña Catalina a su sobrino-¡Dime que los rumores que circulan sobre vosotros no son ciertos! Por favor...¿Qué ha pasado?
-Elena y yo nos amábamos, tía-respondió Fernando con apenas un hilo de voz.
Cogió la mano fría de la joven.
-¿Era tu amante?-tornó a preguntarle doña Catalina.
-Yo la amaba y ella, a su vez, también me amaba-respondió Fernando.
-¿Te das cuenta del escándalo que has protagonizado? Todo el mundo recuerda que bailaste con ella en aquella fiesta que se celebró hace como unos seis meses. Dicen que ha sufrido un aborto que la ha matado. ¿Acaso tú eras el padre de ese infeliz que no ha llegado ni siquiera a nacer?
Ojos de color oscuro...Cabello largo y dorado como el Sol...Piel muy blanca...Cuerpo esbelto...Alta...Labios de color rojo...
Así quería recordar a su Elena.
Fernando no sentía el menor deseo de discutir con su tía.
Por eso, guardó silencio.
-Lo que no entiendo es lo que ha pasado-pensó la dolorida mente de Fernando-Elena parecía estar recuperada de todo.
El cuerpo que yacía inmóvil en la cama era el mismo cuerpo que había despertado a su pasión.
Fernando lanzó un sollozo que pareció más un alarido de dolor. Sólo Dios sabía lo que le había ocurrido a su amada Elena. Lo que había sufrido.
Escuchó algunos susurros de los criados. Doña Catalina, mientras, pensaba en el escándalo que se iba a producir. El Sol se colaba a raudales por el pequeño ventanuco del sótano. Iluminaba de una manera sobrenatural el cadáver de Elena. Fernando se aferró a ella. No podían separarles. Nunca les iban a separar.
Miraba con horror el rostro de su amada.
-He perdido a la único mujer que realmente he amado-pensó con dolor-No volveré a amar a nadie nunca más.
Era incapaz de asimilar lo que acababa de ocurrir en aquel sótano. Quería pensar que estaba en mitad de una espantosa pesadilla. Pero no tardaría en despertar. Y Elena estaría a su lado. Como siempre...
-¿No piensas decirme nada?-le espetó doña Catalina-Tu prima y tú me tenéis muy disgustada. Tu prima es la querida de mi contable. ¿Te crees que no lo sé? Y tú...
-Aurora es mayorcita-replicó Fernando-Sabe muy bien lo que quiere. ¡Dichosa ella! Arturo está vivo.
-¿Y qué me dices de ti?
-Yo ya no importo.
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